Carta a Patxi López (y van dos)

Mi  querido Patxi López: Esta es la segunda carta abierta que le escribo, siete años largos después de haberle dirigido esta al día siguiente del lamentable espectáculo que usted montó al entonces jefe de la oposición, Mariano Rajoy, en la capilla ardiente de Isaías Carrasco en Mondragón, asesinado por ETA el día anterior a la puerta de su casa.

Publicó usted ayer sábado en El Mundo  un artículo notable, ya desde el mismo título: «Perdonen por nuestro Gobierno», en el que combina en proporciones asombrosamente equilibradas la demagogia más barata, la insuficiencia analítica y el sectarismo más burdo.

Una de sus trampas consiste en atribuir al adversario las posiciones que a usted le convienen para refutarlas sin cansancio intelectual:

«Y dice el señor Rajoy, y otros que no quieren asumir ninguna responsabilidad, que el problema hay que resolverlo en origen. Ya. Pero qué casualidad que digan esto los que nunca han querido mover un dedo. Los que han recortado todas las ayudas a países en desarrollo. Los que no han querido asumir que la miseria ajena, que las violaciones en otros países, son también nuestra responsabilidad aquí.»

El señor Rajoy no quiere asumir ninguna responsabilidad, dice a contrapelo de los hechos y de las palabras del aludido, para cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de la crisis humanitaria que sacude a Europa. Es costumbre la de que los europeos importemos la condición de cordero pascual: todos somos culpables  de la foto de Aylan Kurdi. Usted practica una variante sorprendente: el culpable es el PP. Viene a compartir la opinión de Monedero: «la culpa de la muerte del pequeño Aylan la tiene Aznar», aunque con menos gracia.

«Hemos soportado una guerra criminal en Siria sin tomar medidas reales». Cuando comenzó la guerra civil en Siria era presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y usted era el lehendakari del Gobierno vasco desde hacía casi dos años. No recuerdo una sola declaración suya sobre la necesidad de intervenir en Siria, perdone que le recuerde. La frase sería una afirmación correcta si no empleara la primera persona del singular de forma metafórica. Hemos, dice, pero al terminar de leer la pìeza se nota que quiere decir ‘han’.

Un año después de que usted expulsara a Rajoy del velatorio de Carrasco con una palabras que ya llevaba escritas su jefa de prensa para entregar a los periodistas a la salida, la organización vasca del partido que presidía aquel hombre hizo posible con sus 13 escaños que usted fuese elegido lehendakari a cambio de prácticamente nada. El otro día, tras el fallecimiento de Txiki Benegas, su secretario general, Pdr Snchz, escribió un obituario incierto. «Pudo ser lehendakari», escribió. No es cierto, tal como razoné aquí. Lo que sí es un hecho es que usted sí pudo ser lehendakari porque así lo quiso el PP, su bestia negra antes, durante y después del pacto.

Ya se lo tengo dicho alguna vez: usted va a los pactos  movido por una urgencia muy primaria y por prejuicios insuperables, que nada tienen que ver con los principios. Como van de putas los pequeñoburgueses provincianos, de noche, a oscuras y por el callejón. Esta actitud suya y de su partido revela dos vicios de comportamiento: uno moral y político el otro. El primero es una falta elemental de agradecimiento que es la nota distintiva de las almas bien nacidas. El otro, el error político, consiste en no creer en su fuero interno que adopta usted una estrategia de acuerdos que es la mejor para la defensa de los intereses de sus representados. Sólo era la artimaña necesaria para alcanzar sus ambiciones.

El resultado de esta actitud vergonzante hacia los pactos que suscribe, es que no hay manera de que los electores  los consideren positivos, así lo revelaron las encuestas durante toda la legislatura que usted vivió en Ajuria Enea y ese fue un déficit de capital político que nunca llegó a superar.

Yo fui algo más positivo en mi valoración de aquel acuerdo en sus resultados prácticos, aunque siempre fui muy pesimista por lo que acabo de contarle. Creo que los dos primeros años de su presidencia fueron los más libres de la convivencia en Euskadi, donde a la dictadura franquista sucedió, sin solución de continuidad el miedo impuesto por el terrorismo etarra y su brazo político, gracias a la recuperación de la calle para los ciudadanos, gestionada con acierto por su consejero Ares. Eso fue todo.