La columna de Irene (no la de Tania)

¡Vamos a parar los pies a esa banda de fascistas!

Empecemos por fijar postura antes que nada: no me gustó la intervención de Carla Toscano en el Congreso. Por dos razones: error al acusar a la ministra de haber hecho la ley adrede para liberar violadores. No, mujer; hizo la ley así porque ese era su nivel de incompetencia. Por otra parte, la alusión a su relación con Pablo Iglesias, siendo cierta, era un disparo errado que ayudó a la ministra de Igualdad a sacar la patita del lodazal de la Ley Sisí, tirando de victimismo.

Dicho esto, me ha llamado mucho la atención lo desproporcionado de la reacción de nuestras izquierdas, incapaces, como suelen, de distinguir la categoría de la anécdota. ¿Era un acto de violencia política decir que lo único que había estudiado a fondo la ministra de Igualdad era a su novio? Era impreciso y además, inconveniente. Ella no ha estudiado a fondo nada y lo más profundo en Pablo Iglesias es la superficie. Por otra parte, el antiguo jefe de Podemos ha sido (y vuelve a ser) profesor universitario, tiene artículos y publicaciones. Como dice el tuitero Vallejo: “Es normal que le haya estudiado. ¿Por qué nadie interpretó que se refería a eso? Porque todos pensaban (pensábamos) en lo mismo”.

Irene hizo sus pucheritos que alternó con los insultos a la bancada de Vox, “banda de fascistas”, por ejemplo. Era llover sobre mojado. Cuando ejercía de portavoz de Podemos durante la moción de censura de su compañero a Mariano Rajoy, calificó al entonces presidente de “machista, franquista y saqueador”. Vale, pero Rajoy era un tío. ¿Decir que la nombró ministra el exvicepresidente Iglesias es violencia contra las mujeres? Uno tiende a creer que no y aceptará de buen grado que Irene quería de verdad a Iglesias. Imaginen que ella hubiese perseverado con alguno de los novios que tuvo antes que Pablo: ¿habría llegado a ministra? Todo lo más sería asesora en el Ministerio de Igualdad como Isa Serra (actual pareja de Juanma del Olmo) o habría llegado a ser su niñera como Gara Santana (novia hoy de Rafa Mayoral).

Ella jamás afeó a su pareja sus sueños húmedos de azotar a Mariló Montero “hasta que sangre”, ni le pareció violencia política contra una mujer que él ofreciera el sofá de su despacho a la diputada popular Andrea Levy para que se diera un revolcón con un compañero podemita. Desde la tribuna del Congreso. Bueno, era mujer, pero de derechas.

Max Pradera, que acuñó ‘la pirámide de la violencia machista’ valoraba así la convocatoria electoral de Isabel Díaz Ayuso en 2021: Es la hora de sacrificar todos los “innumerables matices” que separan a las tres izquierdas y sacar la macheta del carnicero para cortarle el cuello a Ayuso».

El columnista y escritor Millás comentaba en El País una foto de Rajoy (31/8/2004) con una pituitaria más sensible aún que la del columnista Lucas: Rajoy padece halitosis y la España que representa es “casposa, cutre, maloliente, meapilas, inculta, tétrica, antigua y funeraria”. Pero vuelve a ser un juego entre machos. Lo que debe recordarse a Irene Montero es que desde su llegada al Ministerio, el Women, Peace & Security Index ha rebajado diez puestos la situación de España en países según el bienestar para la mujer (del 5º puesto al 15º) y que el número de mujeres víctimas de violación ha aumentado en un 27%, según cuenta ‘The Objective’ con datos del Ministerio del Interior. Pero nadie parece reparar en esto. Esta banda se ha privatizado el debate público y ha excluido de él a todo el mundo. También a los hechos.