Un parecido razona-ble

El remero Arcu me enviaba ayer esta Fantástica portada de un tebeo de Juan Centella adaptada a la realidad de nuestro tiempo. Hay un parecido más que razonable entre Centella (Juan, no José Luis) y el honorable president. Se vuelve a llevar el mentón grande.

El arte imita a la realidad cuando ésta imita al arte. Lo que la ironía de Arcu ha retratado no es más que la paranoia que el nacionalismo catalán viene reflejando desde hace ya algún tiempo. Vean aquí la ilustración con que ‘El Nou’, una publicación consorciada en la aventura del editorial conjunto, resumía hace ya tres años el estado de la cuestión: España es un chulo madrileño que acaba de sacudirle una hostia regular a Catalunya, pobre pubilla despatarrada sobre el solar patrio, con una mano -ojo al dato-sobre Mallorca.

Ayer tuve una información turbadora. Una de las marcas alimenticias que ha acompañado mi vida es Gallina Blanca. Mi difunta madre, que no era una gran cocinera, pero sí muy apañada, construyó las sopas de mi infancia con los sopicaldos de esa marca y de Avecrem. Y ahora me entero de que la propiedad de las dos marcas corresponde a la familia Carulla. Gallina Blanca fue fundada en 1937 por Lluís Carulla i Canals, con el nombre de Gallina de Oro, y Avecrem en 1954. Verán, yo recuerdo aquel programa de Soler Serrano en la SER, ‘Avecrem llama a su puerta’.

Y ahora me entero por la crónica de Manuel Trallero en El Mundo de ayer de que los Carulla son independentistas militantes y que patrocinan una publicación independentista llamada ‘Ara’, lo que mosqueó un tanto al gran patrón del diario nacionalista por antonomasia que es, vivir para ver, La Vanguardia, cuyo propietario, el conde de Godó, grande de España, amenazó con empezar a fabricas sopicaldos.

Si uno se fija bien, aquellas onomatopeyas, ‘chup-chup’, las preguntas, ‘¿Cueces o enriqueces?’ tienen una lectura en la que cabe la tópica manera catalana de ver la vida. Y no digamos el eslogan de sus platos precocinados: «Yo soy Juan Palomo. Yo me lo guiso y yo me lo como», que ya prefiguraba una declaración de principios independentista.

No estaba uno psicológicamente preparado para descubrir que los Reyes son los padres y que Gallina Blanca era en realidad ‘La Gallineta’ que cantaba Llach:

La gallineta ha dit que prou,
ja no vull pondre cap més ou,
a fer punyetes aquest sou
que fa tants anys que m’esclavitza.

I si em vénen ganes de fer-ne
em faré venir un restrenyiment,
no tindrà cap més ou calent
el que de mi se n’aprofita.

He aquí el problema: Es perfectamente legítimo que los herederos de Carulla i Canals sean independentistas, pero me inquieta sobremanera que los propietarios de unas marcas que tienen en España importantísimo mercado, piensen que ‘Espanya ens roba’, por decirlo con el tópico más zafio del soberanismo catalán, o, por decirlo con otras palabras,  consideren que las balanzas fiscales son muy perjudiciales para Catalunya o, dicho, aun más sencillo, que «los catalanes pagamos muchos más impuestos de lo que recibimos».

La semana pasada, un juez de Barcelona archivaba unas diligencias incoadas en 2010 contra los hermanos Carulla por un presunto fraude fiscal que el juez no consideró al declarar que las operaciones comerciales con Holanda eran perfectamente legítimas. La optimización fiscal es legal, no se puede confundir con el fraude.

La cuestión está, ya lo he explicado alguna vez, en que yo estoy contra las campañas de boicot, pero me gustaría que alguno de los hermanos me lo aclarase: el IVA que yo pago cada vez que compro un sopicaldo de sus marcas, ¿es uno de los datos que ustedes, los independentistas, manejan para justificar sus posiciones, ‘pagamos más de lo que recibimos’?

Ya les digo que no me gustan los boicots y además sus productos me parecen buenos, pero comprendan que evitarles la tentación de quejarse de que España les roba como catalanes, con el argumento del IVA que los españoles les pagamos a ustedes como consumidores, es casi una obra de misericordia.