La mujer, mujer

Estaba uno tratando de darle vueltas a la sinrazón que se ve tras las elecciones andaluzas y la imposible tarea de llevar la racionalidad a la política, esperar que los grandes partidos reaccionen con sentido de la responsabilidad y ayuden en la gobernación de los asuntos públicos en esta hora grave al partido a quien los ciudadanos han distinguido con la mayor representación. No gratis, naturalmente, esa es una pretensión que solo tenía el zapaterismo cuando reprochaba al PP que no arrimaba el hombro. Mediante la negociación de un programa y, en su caso, de un Gobierno de coalición, pero rescatando la política nacional del permanente chantaje nacionalista.

Se trata de saber si el PP en Cataluña va a hacer algo más que pucheros ante el desafío soberanista en el que persevera CiU después de que los diputados del PP le aprobaran los presupuestos que permiten al chico de Pujol quejarse del «agua podrida de España». Quizá en esto no vaya desencaminado, a juzgar por los convergentes implicados den el caso Campeón o antes en la operación Pretoria o al representante que nombraron para el Consejo General del poder Judicial, aquel juez Estevill, o etc.

No es cierto, sin embargo que no haya lugares para el encuentro, esa íntima razón de España, tan transversal en sí misma. Lean, por ejemplo, la impresionante frase del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón: «La libertad de maternidad hace a la mujer auténticamente mujer». Hay mujeres y hombres que no han tenido la libertad de ejercer la paternidad, cosas de la biología, sin que ello haya supuesto menoscabo alguno de su mujerío/hombría que es la forma que tenemos hombres y mujeres de pertenecer al género humano (aquí, sí, género). Es la libertad a secas lo que hace a una mujer auténticamente mujer, más que una hembra.

En el mismo registro, el candidato de Izquierda Unida a presidir la Junta de Andalucía, preguntaa un tercero ante un sonriente Cayo Lara, en el tramo final de la campaña andaluza: «¿Tú sabes que está la de las tetas gordas de delegada de Educación?» Más allá de la designación de una persona por el tamaño de sus caracteres sexuales secundarios, la chocarrería de Valderas pertenece al mismo campo que la de Gallardón, expresada más al estilo de las clases populares: la mujer, madre nutricia.

Parecerá que también hay división en esto, a juzgar por la opinión publicada. Apostaría a que la zafiedad explícita de Diego Valderas no inspira tanto a la prensa amiga como la zafiedad sugerida por aquella acémila, el alcalde de Valladolid, que motivó editoriales y columnas. Si es que en el fondo, en lo que siempre acabamos de acuerdo los españoles es cuando hablamos de tías.

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En otro orden de valores, hoy conferencia: