Ojo clínico (en sentido estricto)

Escribió Ambrose Bierce en su ‘Diccionario del Diablo’ que «Citar es repetir erróneamente las palabras de otro». La definición cuadra cabalmente al cíclope de la portada de El País, un tipo que presume de mirar sólo con un ojo. No es de extrañar que  carezca de visión estereoscópica y que, en consecuencia, su visión no tenga profundidad de campo. Claro que un ojo debería bastarle para leer el periódico. Ayer tuvo la gentileza de citarme. Así:

«Y más cosas de jueces. Santiago González, en El Mundo, sobre Garzón: “La España democrática debe mirar hacia adelante, olvidar las responsabilidades y los hechos de la Guerra Civil, hacer abstracción de los 40 años de dictadura”. Falta el corolario: y quien no haga esa abstracción…»

Hoy da (y se da) cuenta de su error. Con esta nota:

Ayer cité aquí a Santiago González, de El Mundo, y copié un párrafo que él, a su vez, lo recogía de un editorial de El País de 1977. Lo siento, pero no advertí que era una cita. Y debí hacerlo, claro. No obstante, el fondo del asunto no varía mucho. Esa mención al olvido del franquismo hecha por El País en 1977 tenía un significado muy distinto, con la democracia en pañales, a punto de romperse en cualquier momento y con los representantes del régimen aún con las pistolas y las porras, de lo que puede y -a mi juicio- debe exigirse hoy a cualquier partido decente con la democracia ya consolidada. Traer ahora aquel párrafo como elemento de autoridad me parece algo ventajista. Qué quieren.

En cualquier caso, excusas a González y a los lectores.

Excusas aceptadas, faltaría más, aunque nuestro polifemo persevere en la descalificación: traer ahora aquel párrafo le parece algo ventajista. Vayamos a ello: No era un párrafo, sino todo el editorial. No era un editorial corriente o pieza suelta, sino un comentario solemne, como de domingo y fueron muchos editoriales en el mismo sentido los que publicó El País entonces.

El editorial es la opinión institucional de un periódico y se asienta sobre valores permanentes. Vuelvan a leer el comentario: no habla de conveniencias tácticas, sino de los pilares que deben sustentar la convivencia, esa combinación de memoria y olvido que yo sustentaba ayer en la columna tan briosamente criticada por izquierdo. El espíritu de la Transición estuvo, como ya he dicho, en aquella presentación de Carrillo en el Club Siglo XXI por Manuel Fraga, un olvido conveniente sobre el Paracuellos del primero y la pertenencia al Consejo de Ministros que dio el enterado a la sentencia de muerte para Julián Grimau el segundo. Alegar, como se ha hecho posteriormente que para la reconciliación es mejor que os afeemos a los fachas lo que les hicieron vuestros abuelos a nuestros abuelos es una estupidez. También porque los abuelos están muy mezclados. Perdón por la autocita pero «hay que hacer de las fosas tumbas, no trincheras».

Yo creo que en aquella época Izquierdo no era un lector muy atento de El País. Sólo así se puede sostener que su línea editorial estaba influída por el miedo a la involución. El editorialista -¿Javier Pradera, quizá?- que escribió esa pieza no tenía miedo y no expresaba en ella algo que conviniera revisar en el futuro. Esta idea es paralela otra inexactitud muy corriente sostenida por la izquierda: la amnistía fue producto de la voluntad de los franquistas y la izquierda la aceptó por miedo. No es cierto. Basta repasar el discurso de Marcelino Camacho en las Cortes Constituyentes a favor de la Ley el 14 de octubre de 1977, en el que reivindicó para los comunistas el impulso moral a aquella Ley (Política de Reconciliación Nacional de junio de 1976)

No acusaré de ventajismo al cíclope, ni le atribuiré perversas intenciones. Quizá las prisas.