Una de croquetas

Ya me temía yo, y así lo dije tras la grata excursión con Lorenzo Díaz por los mesones de Menorca (street, no island): va a ser para líos con Arcadi. Y así ha sido. Incapaz de defraudar a su público, me ha dedicado este apunte en Twitter, tan ingenioso como falaz.

Sí sería destacable que yo escribiera, un suponer: «Arcadi Espada se va de vacaciones a Estocolmo para comer ensaladilla y croquetas». Eso sería una noticia. Como he respondido en Twitter, con esa limitación de los 140 caracteres, Espada me llevó a Lázaro, calle Aribau 146, dos de las veces que he estado en Barcelona. Las dos veces cené bien, pero ensaladilla, croquetas, morcilla de Burgos con pimientos rojos, callos y skrei. Tengo por testigos a un puñado de gente encantadora: Patricia Jacas, Teresa Giménez Barbat, Verónica Puertollano, Juan Carlos Girauta y José Mª Albert de Paco, que recuerde ahora mismo.

Lázaro, ya digo, es muy recomendable, pero seguramente fui llevado allí porque sus propietarios son un matrimonio de Aranda de Duero y quiso protegerme del contacto con una cultura foránea mediante un nexo vital con mi tierra de origen. Es un detalle muy digno de agradecer. O puede que se tratara de una conspiración amable  ‘Contra Catalunya’, título de un gran libro.

También comí espléndidamente, y también a instancias de Arcadi (pagué yo) en ‘DiverXo’, el 25 de octubre de 2011. Era otro orden de valores, pero formaban parte del menú: un mejillón, salmonetes, ventresca de bonito y rape. Victoria Prego, que compartió mesa con nosotros, podría haber titulado: Santiago y Arcadi, que viven en ciudades con mar, viajan a Madrid para comer lo antedicho.

La próxima vez que coincidamos en Madrid, querido Arcadi, me permitirás invitarte a las croquetas de leche de oveja y queso Idiazábal, con acompañamiento de salsa de verduritas y sésamo, que hacen en Marcano. Sé, los dos sabemos, que te encantan las croquetas.