Fino analista de textos

El País mantiene a un lector de periódicos cuya característica principal es un hándicap: sólo tiene un ojo, o tiene el ojo vago o algo; el caso es que sólo mira las cosas con el ojo izquierdo, según proclama orgullosamente. Una vez se lo advertí lealmente en este blog: Mira Josemari, que mirar las cosas con dos ojos es la condición para tener una visión estereoscópica de los espacios, que es justamente lo que permite apreciar la profundidad de campo, tener un sentido de las distancias. Mira que con un ojo solo te vas a comer todas las farolas del paseo.

No hizo caso y pasa lo que pasa. Lean el comentario que hoy ha escrito sobre Wert:

“Soy un toro bravo; me crezco con el castigo”. Si ustedes oyen a sus espaldas esa frase en un bareto, trincándose una ración de bravas con una cervecita bien fría, seguro que piensan que quien la ha pronunciado es un tipo de pelo ensortijado –o en su defecto, planchado con gomina-, anchas patillas, mirada torva, camisa abierta hasta el ombligo y collar, pulserón y peluco de oro. Vamos, de aspecto patibulario. Pues se sorprenderán cuando se den la vuelta, que se encontrarán con José Ignacio Wert Ortega, con menor abundancia pilosa de la esperada, traje bien cortado, corbata impecable y joyas, si hay alguna, las justas.

Cuando el fanatismo se une a la ignorancia la cosa tiene muy difícil remedio. Lo que el Tuerto considera una aseveración macarra del ministro es una cita de un poeta. La burricie de este tipo tendría un pasar si el poeta fuera Pemán. Tiene cierta lógica que un sectario de izquierdas se niegue a leer con su solitario ojo de izquierdas a un poeta de derechas. Pero, ¿a Miguel Hernández? Lea este soneto, hombre de Dios y fíjese en el verso subrayado y en negrita:

Como el toro he nacido para el luto

y el dolor, como el toro estoy marcado

por un hierro infernal en el costado

y por varón en la ingle con un fruto.

Como el toro lo encuentra diminuto

todo mi corazón desmesurado,

y del rostro del beso enamorado,

como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,

la lengua en corazón tengo bañada

y llevo al cuello un vendaval sonoro.

Como el toro te sigo y te persigo,

y dejas mi deseo en una espada,

como el toro burlado, como el toro.

Uno comprende que después de la prohibición de los toros en Cataluña, cualquier imagen literaria taurina le parezca a gente indocumentada una frase de derechas, fascista, nacionalista española. A poco que hubiera leído a Hernández, aunque no fuera este soneto, habría sabido identificar al autor por el estilo. No me imagino que ni siquiera El Tuerto desconozca el poema ‘Vientos del Pueblo’. En él escribe:

Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa

delante de los castigos:

los leones la levantan

y al mismo tiempo castigan

con su clamorosa zarpa.

«Intelectual y de derechas no puede ser», dijo un actorcillo. Joder, qué tropa.