La vara de medir

Es inútil. Por muchas vueltas que le demos, por mucho que insistamos, no conseguiremos instalar un patrón universal para juzgar comportamientos. Un suponer, la gentil portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, a quien se le ha quedado un aire como de paso de Semana Santa vallisoletana, una cara de Mater Dolorosa -a ver qué remedio, si la otra Soraya le había quitado el papel de pregonera- impresionante al comprobar la descalificación que Sarkozy hace de la política económica de Zapatero: “Después de siete años de socialismo, miren cómo está España”, dijo el marido de Carla del marido de Sonsoles, ignorando una regla básica del comportamiento entre caballeros: Entre maridos no nos pisemos la manguera.

Soraya, ésta, ha emplazado a Rajoy a pararle los pies a Sarkozy por haber dicho en un mitin de las presidenciales francesas: «Miren a España tras siete años de socialismo». Esto es hacer partidismo, en opinión de la portavoz, y denigrar la imagen de España. Lo que denigra es la imagen del socialismo gobernante y el resultado de su gestión. Hay que tener en cuenta en descargo de Sarkozy dos factores: mientras Zapatero fue presidente del Gobierno español, no dijo ni mú sobre lo que pensaba de él a pesar de las provocaciones: dentro de poco España alcanzará a Francia en PIB y eso es algo de lo que no quiere oír hablar mi amigo Sarkozy. El segundo es una atenuante: la del conocedor. Imaginen lo que un gobernante de verdad ha tenido que oír en los ratos de conversación de tú a tú entre iguales, cuando José Luis se soltaba la faja y hablaba de historia o de economía o de de geopolítica.

Por otra parte, a esta Soraya no le parecía mal que Zapatero, ya presidente del Gobierno en España, se fuera a hacer campaña electoral a Francia por Ségolène Royal, como recordaba oportunamente ayer el remero El quicio de la mancebía: «Segolene, Segolene… Cada vez que una profesora sale de su escuela en París a pegar carteles con la imagen de Ségolène, Francia entera se ilumina.” Bien es verdad, que estas cursilerías deberían haberle granjeado la enemistad eterna de los socialistas franceses, no la de Sarkozy, pero el alma humana es un abismo insondable y en la del marido de la señora Bruni alienta el rencor inextinguible de los bajitos.

Hay algo en lo que tiene razón esta Soraya. El comportamiento y el prestigio de los ex presidentes es un activo nacional y hace bien al defender el de Zapatero. El propio Zapatero predicó con el ejemplo cuando un jefe de Estado extranjero criticó a su antecesor en términos escasamente amables. Lástima que la intervención extemporánea del Rey le impidiera cantarle las cuarenta a aquel tipo, pero fíjense con qué determinación le para los pies: «por supuesto, por supuesto»:

 Lecturas complementarias: Oscar López, también ayer: «los españoles no perdonarán al PP la amnistía fiscal» Esas cosas solo nos las perdonan a nosotros, debería haber añadido.

Sobre el comportamiento de los expresidentes, renunciando al partidismo, en tanto que bienes de Estado, recuerden aquel día de la campaña electoral de 2008 en que el ex presidente Felipe González calificó de ‘imbécil’ al jefe de la oposición, inventándose para el caso una palabra que Rajoy no había dicho.

La opinión publicada también tiene su aquel. Millás publicaba en este mismo Viernes Santo una columna ingeniosa, como casi todas las suyas, pero no apta para quien tenga en la cabeza un orden cronológico¡:

«La colaboración entre las mafias y el Estado comienza a ser tan estrecha que no sabe uno dónde terminan aquéllas y comienza éste. Llega el crimen organizado y le dice al Estado: “Quítame de encima a este juez que no hace más que tocarme los cojones”. Y el Estado va y se lo quita, hoy por ti, mañana por mí.»

Yo mismo, al leer los primeros compases, me vi asaltado por dos nombres: «vaya», me dije, «un homenaje de Millás a Marino Barbero y a Gómez de Liaño. ¿Quién dijo que había dos Españas?» Y así en todos los párrafos de la pieza.