Familia unida

Hay días en los que uno se levanta tocado por la influencia intelectual del todavía presidente del Gobierno. Habiendo enunciado Zapatero el quiasmo que a mí más me gustaría, (No es la verdad la que nos hace libre; es la libertad la que nos hace más verdaderos) a uno no le queda más remedio que escarbar para buscar su frase: No es el rezo del rosario lo que mantiene a la familia unida, sino la gestión de los asuntos económicos.

Están los Chaves. Las comisiones del hijo y los apoderamientos de la hija, que ésta resuelve con brillantez, obteniendo subvenciones para sus representados: 10,1 millones para Matsa, 171 millones en adjudicaciones para los Benjumea y 3,7 millones de ayudas tras contratar a la recién licenciada Paula Chaves.

¿Hay algo de ilegal en las comisiones o en el apoderamiento? No, con carácter general. Si Paula e Iván se apellidasen, un suponer Martínez Castillejo y fuesen hijos de un farmacéutico de Jerez de la Frontera, no habría ningún problema. La cuestión es que son hijos de quien en los días de los hechos era el presidente de la Junta de Andalucía que concedía esas ayudas.

Se da el caso de que la Junta por él presidida aprobó en 2005 la Ley de Incompatibilidades de Altos Cargos de la Junta de Andalucía, que en su artículo 7.1 dice:

1. Los titulares de altos cargos están obligados a inhibirse del conocimiento de los asuntos en cuyo despacho hubieran intervenido o que interesen a empresas, entidades o sociedades en cuya dirección, asesoramiento o administración hubiesen tenido alguna parte ellos, su cónyuge, pareja de hecho inscrita en el correspondiente Registro o persona de su familia dentro del segundo grado civil.

Lean con atención el artículo precedente. Se observan dos carencias, la primera de las cuales abre la puerta al fraude de ley. Al presidente de la Junta le bastaría no asistir a las reuniones de la misma en las que se deciden ayudas a las empresas relacionadas con sus hijos, circunstancia que al parecer no se dio en el caso Matsa. Por otra parte, nada dice de si deberán inhibirse de dicho conocimiento en el caso de que las empresas sean representadas por las señoras amantes de los cargos públicos.

El gran Alberto Moravia dijo en sus años finales que la familia es una escuela para la delincuencia. No puedo suscribir esa afirmación, aunque pueda entenderla en el escritor, que a una edad provecta casó con una garrida moza navarra que vivía entre la influencia intelectual de Moravia y las atenciones que entre sábanas le proporcionaba el líder druso Wallid Jumblat. Por otra parte no quisiera incurrir en la ira del gran Manhué; ya tengo una querella por calumnias y estas cosas hay que afrontarlas una a una.

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