Todo por su orden

El colectivo Etxerat, tan lejos de las víctimas, tan cerca de sus victimarios, dijeron ayer en San Sebastián que lo sentían, que sin ser conscientes de ello han podido contribuir a “incrementar el dolor” de las víctimas de ETA con su distancia. Vaya por Dios. Por lo visto estaban distraídos, aunque con causa. Bastante tenían ellos con lo suyo como para sentir empatía por otros. Lo suyo, para entendernos, era el hecho de que sus allegados estaban sometidos a una política penitenciaria que les parece inconveniente y dolorosa.

Hace años, en un programa de Antxon Urrosolo en ETB, tomó la palabra un vejete para denunciar que tenía un hijo preso en Córdoba y que tenía que desplazarse en autobús para ir a verlo y el coste que eso le suponía. Le llevó la contraria una llamada en la que un hijo de José Antonio Santamaría, asesinado poco antes,  dijo que para visitar a su padre solo tenía que gastarse ochenta pesetas en el autobús que le llevaba al cementerio de Polloe. “Pues a mí, el autobús a Córdoba me cuesta 14.000”, dijo aquel tipo en tono irrebatible.

El problema de aquel padre tan viajero era básicamente el mismo que hoy padecen los miembros de Etxerat. Creen que sus males son intercambiables con los de las víctimas: Ellos han podido padecer la indiferencia de una parte de la sociedad hacia sus muertos. Igual que nosotros respecto a nuestros presos. Lo sienten: “Etxerat reconoce, respeta y empatiza con todas las víctimas de las diferentes expresiones de violencia”. Jon Juaristi  acuñó una descacharrante analogía entre las desgracias de los dos colectivos: “A ti te han matado al padre y yo he perdido el bolígrafo”. En todo el comunicado de Etxerat brillaba con luz propia una ausencia ominosa: ni una sola palabra para condenar la actividad de ETA, ni el establecimiento de una relación causal adecuada: los terroristas están presos   porque antes asesinaron  a las víctimas a las que tanto compadecen ahora los miembros de Etxerat.

Hay otra ausencia: la del orden argumental. Covite ha respondido a la monumental falacia como suele, con aplicación y esmero: Su presidenta, Consuelo Ordóñez se explicó en un comunicado que señalaba el punto débil de la argumentación exculpatoria. El problema no es de ausencia, de la falta de empatía que el comunicado de los próximos de los presos reconocía tan gallardamente, sino “su complicidad con la trayectoria criminal de sus allegados y familiares”, los terroristas de ETA. «No rechazan la identidad nacionalista excluyente por la que sus familiares persiguieron y mataron” (a los nuestros). Han abandonado la violencia, pero no la mentira y el engaño con los que venía acompañada.

Las víctimas del terrorismo y los presos etarras condenados a prisión por sus actividades no son dos aspectos antagónicos y ambos lamentables de la realidad. La estrategia de Etxerat y de la izquierda abertzale debería partir de una cuestión básica: la condena tajante del terrorismo y de la trayectoria criminal de ETA, la petición de perdón a la sociedad y su predisposición a esclarecer los 350 asesinatos que permanecen sin resolver. A la desactivación de las siglas de ETA hay que sumar la desactivación del proyecto político que apoyaron durante medio siglo y del que aún no han abominado.

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